Otra vez el engaño. Y no pedíamos gran cosa sino la pura verdad. Era inevitable sumarse a la propuesta decente antes que a la repetición del Perú en sí mismo; ¿pero esto? No existió voluntad en mí de apoyar a nadie a través de comicios si no fue hasta que vi la posibilidad de la regresión histórica; pero hoy veo que todo sigue el curso al revés. El mismo argumento en bises hacia el infinito que demuestra lo inútil que es un ánfora y la pantomima que es el voto secreto. No creo en esta democracia, ni en sus instituciones pútridas, y cada día me convenzo más que las direcciones se regulan desde una cabina. Basta tener el fajo suficiente bajo el escritorio para hacerle el sueño más liviano a un individuo y todo vuelve a su curso artificial. Porque si natural es vivir y terminar en el foso, lo orquestado de este suicidio de la verdad, de esta pérdida de la frente límpida, es solamente la renuncia de todo por lo que ahora vemos en el espejo. Seguro ese lecho te queda amplio para ti, tu cónyuge y todas las ilusiones rotas, pero el nudo de la corbata te ha quedado perfecto, y tu puño en alto te sirve ahora para rubricar el sacrificio de las bondades de ser honesto. Si te sientas en el corcel de los auténticos dueños, yo te aplaudo; pues conseguiste actuar 50 veranos para ser tu propio sueño. Si la realidad fuera eterna, me habría ya volado el seso.
Digo esto para esgrimir las posibilidades de lo inútil que es conseguir algo auténtico desde la danza efímera del engaño y sus vertientes llamadas democracias. Siempre creí en el orden y el poder de las organizaciones para poder hacer algo, y hoy que este terreno desvelado se levanta sonámbulo a bailar su mentira día a día… lo veo tan lejano, que me cubro en las barbas de las banderas negras del Callao al albor del siglo XX. Y si los corredores infinitos de los tribunales que Kafka tan bien había hecho en consolidar como absurdos se empecinan en seguir creciendo. Me abstengo ya de no demolerlos. La única vía la ha hecho la grieta por la fuerza del río. Y en el foso curtido de desagües lloraré, para rebalsar el charco, el patio, la ensenada, el lago, pero no el mar… porque allí sólo se llega con sangre. Y allí llevo mi descrédito, mi aval blanco que firmo en el espacio infinito y se pierde; y el ateísmo de la posibilidad ordenada, del momento estratégico. A la mierda con estos trámites, me encuentras en marchas si decidimos hacerlo, sólo allí estará el germen honesto de lo que se pueda hacer… si es que aún se puede.