el día que te es sólo un día
y su respuesta abrumadora que congela el estupor de los sucedáneos y etcéteras que se inmiscuyen en las fronteras que emanan esa sutil melancolía de los cuerpos andando sin tono ni color ni verdor ni hedor que valga el asco momentáneo de los tantos que recorren la estancia oscura y enjuta de los manantiales de hastío y la desidia incólume que se levanta para hundirse en tus hombros ajados que soportan el peso de un orbe contagiado de florecitas virtuales y fantasmas creados digitados marmoleados reventados que se meten en tu testa para embarrarte entre los médanos plateados que se erigen en tu calle sin permiso ni respiro y te esputan su grandeza hasta hacerte un tuétano sin sombra que se carcome de nada y se encallece del espanto de estar todavía entre ojos entre sueños entre pasos entre burdos y mórbidos espejos que repiten el infinito destripado de este enjambre que pulula pero no produce ni respira pues el árbol que da mirra y esa yerbita santa también es de anónimas societarias que se frotan las palmas entre profundos talleres y seminarios de la buena costumbre que harían bailar a Dolmancé y al maldito mayor y la cueva que te queda que proteges e imaginas también está preparada para ser un páramo para ser un fragmento de una historia revisada que pudo pero que no puede y que estuvo pero no se recuerda y el tiempo que se espanta para hacerte correr entre medianías todas sosas todas podridas todas magras y el sueño que ya no es sueño sino pernocte interrumpido bien disimulado de edredón babeado que te vendieron a plazos y que nunca pagas para seguir creciendo y seguir viviendo y seguir viviendo y seguir viviendo...