Los actos de decisión siempre causan polémica. Están quienes vigilan y arañan su peculio bajo el estándar de no cambiar las instituciones ni sus prácticas ni normas, abrazando la candidatura sicodélica de Keiko Fujimori (nunca dijo nada, ni trabajó y su familia extranjera gobernó y pretende gobernar después de robar, matar y huir). Y están quienes olvidados por decenios, hacen saber a través de un resultado de urna que las disparidades de un país que se dice crecidito y estable, los deja al final de la fila. Avalar una decisión bajo esta práctica democrática de pintarse el dedo implica hasta cierto punto asumir éticamente y con cierto reparo todos los pasivos de quienes “nos representarán”; empero, el apoyar la candidatura del clan Fujimori es inaceptable y repudiable. Vale mencionar que además de las irreparables pérdidas humanas, la pérdida ética y moral de una generación que fue transformada bajo el diseño de planes psicosociales que buscaban aletargar el pensamiento de los jóvenes, hoy aún hace eco. Es por ello que muchos (hablando de nacidos del 80 para adelante) carecen del poder discernir entre una opción y otra porque además del robo y saqueo a raudales, están los programas preparados, los cocteles de distracción con rojo sangre y harta teta, y la comicidad lastimera de una programación que nos entraba como alimento básico, cada día de nuestras vidas. Las instituciones demolidas por un contagio de alcaponismo, los medios controlados y maniatados con representantes que siguen hasta hoy, y los asesinatos a quien vaya con lupa a revisar los papeles que no se debían revisar, o a quienes se dignaban a no callar, conforman el universo que hasta ahora nadie puede novelar. Ese fue el decenio perdido de una generación que se olvidó de todo menos de sí misma, y hoy encalla en las profundidades de un individualismo enfermo que atañe a todas sus decisiones, incluyendo las que pueden afectar al resto de la población.
Aún así, ésta democracia que no representa y que te obliga a elegir entre lo que no quieres, logra que se endose una fuerte intención o deseo de cambio a quienes no se lo merecen. Y hay que decirlo, porque Ollanta Humala representa el fracaso de la izquierda. Todo movimiento siquiera progresista plegado a la única opción que se presenta hace bien en brindar su apoyo electoral; más, y quizá porque la coyuntura no lo permite, no se admite que las propuesta de cambio han quedado relegadas a una mejor distribución de la sobre ganancia y la honestidad con transparencia. Ollanta Humala, quien es militar (¿se olvida uno de cuáles son los poderes fácticos del estado?) demuestra una enorme incapacidad, falta de liderazgo y camaleonismo histriónico en aras de un poder que persigue obseso sin voluntad de crear un partido ni movimiento que se sienta representado en bases y cuerpo social. Votar por Ollanta Humala se ha vuelto la única opción electoral; pero se vuelve también una obligación de decir que hemos fracasado como opción a querer construir algo distinto y auténtico, incluyendo y avanzando. No habrá en su triunfo (si es que se diera) sabor a cambio, sino el derecho a que estos micro países que habitan el Perú puedan reclamar todo para ellos y nada en conjunto. Habrá seguro mejores presupuestos en sectores básicos, pero no un replanteamiento de fundamentos que sostienen un sistema que fracasa en cada rincón donde sólo hay nada revuelta con estómago crujiente y vela leyendo lo que no entiende, bajo la sábana incólume que resiste la helada.
Se apoya la única opción en estas reglas impuestas, y no se condena a quienes lo haremos. Más, de una vez, a admitir el fracaso y ponerse overol bajando del púlpito de los dioses muertos.
Aún así, ésta democracia que no representa y que te obliga a elegir entre lo que no quieres, logra que se endose una fuerte intención o deseo de cambio a quienes no se lo merecen. Y hay que decirlo, porque Ollanta Humala representa el fracaso de la izquierda. Todo movimiento siquiera progresista plegado a la única opción que se presenta hace bien en brindar su apoyo electoral; más, y quizá porque la coyuntura no lo permite, no se admite que las propuesta de cambio han quedado relegadas a una mejor distribución de la sobre ganancia y la honestidad con transparencia. Ollanta Humala, quien es militar (¿se olvida uno de cuáles son los poderes fácticos del estado?) demuestra una enorme incapacidad, falta de liderazgo y camaleonismo histriónico en aras de un poder que persigue obseso sin voluntad de crear un partido ni movimiento que se sienta representado en bases y cuerpo social. Votar por Ollanta Humala se ha vuelto la única opción electoral; pero se vuelve también una obligación de decir que hemos fracasado como opción a querer construir algo distinto y auténtico, incluyendo y avanzando. No habrá en su triunfo (si es que se diera) sabor a cambio, sino el derecho a que estos micro países que habitan el Perú puedan reclamar todo para ellos y nada en conjunto. Habrá seguro mejores presupuestos en sectores básicos, pero no un replanteamiento de fundamentos que sostienen un sistema que fracasa en cada rincón donde sólo hay nada revuelta con estómago crujiente y vela leyendo lo que no entiende, bajo la sábana incólume que resiste la helada.
Se apoya la única opción en estas reglas impuestas, y no se condena a quienes lo haremos. Más, de una vez, a admitir el fracaso y ponerse overol bajando del púlpito de los dioses muertos.
3 comments:
Habrá que partir que esta pseudo-democracia resulta tan precaria y suicida como los que vivimos dentro. Precaria como sus dirigentes y políticos. ¿Valdrá entonces analizar a Humala fuera de contexto y hablar de fracaso cuando aún seguimos en construcción? Vamos John, ni Lula, ni Mujica nacieron iluminados, esta tierra sigue siendo de lombrices.
Y bien lo has dicho, aquí se decide la vida, en la cloaca o un intento de cambio. Esto último también puede ser un riesgo, puede ser nada. Pero en la construcción, necesitamos tus palabras, tus trazos y las pancartas de mañana. Aunque desees opacar tu luz, bien sabes que sigue avivándose.
Respetuosamente,
Comandante P. Ch.
No creo que exista contexto más adecuado para analizarlo. Dado que en realidad la mayor crítica es hacia las organizaciones de izquierda que se plegan a cuanta casualidad nace de la política peruana. A Fujimori, a Villarán, a Humala... y no se asume la posibilidad de trabajar algo propio sin caretas ni poses más centradas. En ese sentido, Humala es una moneda al aire y ya tenemos bastante casualidad como país para legitimarla bajo el voto una vez más.
Ciertamente lo que asquea hasta la palidez, la sarna y la sepsis no es el olvido por un lado o la improvisada fe por el otro, lo que origina este rush, severo y doloroso, (en algunos al menos, hay nombres propios) es la ausente lucidez de quienes argumentan las cuadraturas de círculos, la sangre en los muslos o, como bien dices hermano, la veleteria de aquellos que, en realidad, quisieron y quisieron.. pero fue mas ensayo que recital. Ciertamente, monos kaki para todos...oberol de nuevo (de nuevo?)
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