Uno a uno, veo a cada fruto de mi generación atraído por la gravedad. No estamos solos ni acompañados, y las catapultas de entusiasmo son el efímero regazo que dios devela en la puerta de los juegos escurridizos que son los años. El tobogán renuente atestado de amasijos latentes que se proyectan en momentos, no es más que el saldo de un cotejo que parece perdido en los escondites del hado destino. ¡Qué fatalidad!
No empleo los ejemplos más disonantes ni miserables; sino los ternos enfundados opacando seres brillantes que la tierra absorbe hasta arrastrarnos. Abogados, tributaristas, economistas; tan patético sentido del quehacer que nos hace meros escombros sin huella. Si tan sólo se pudiera… Si tan sólo pudiera.
La derrota de emprender una y otra vez el calco nómade del baño, el vestido, el traslado, el deglute y viceversa; hacen del sueño una recompensa pútrida del discreto suceder. Calamidades cotidianas simuladas por pequeños triunfos como el de hallar un asiento en el bus atestado, o conseguir en el suelo una moneda, son las derrotas exitosas. Esos son los ágapes del alma expectorada en cada sello que atraviesa la mesa de partes de la muerte.
El problema sigue siendo la cobardía; y mientras tanto: la obesidad, las uñas largas y el inmenso ardor de sujetarse a cinco dedos la pierna remangada matando crías. El acto del valiente es la insania de sugerir que el orbe está demente y que se puede seguir creyendo en él, estando fuera de él. La catástrofe de la era fue descubrir que una manzana no se cae para arriba; y casualmente hizo que se suspendieran los vuelos de las mentes que quieren nadar en el asfalto y agitar las alas en pavimentos y desnudarse sin pudor en cada puerto del hablar y parecer correcto.
Allí donde nació la idea que pare la modernidad, se estancó el aburrimiento para hacer declive de nuestro humilde e incontenible proceso.
No empleo los ejemplos más disonantes ni miserables; sino los ternos enfundados opacando seres brillantes que la tierra absorbe hasta arrastrarnos. Abogados, tributaristas, economistas; tan patético sentido del quehacer que nos hace meros escombros sin huella. Si tan sólo se pudiera… Si tan sólo pudiera.
La derrota de emprender una y otra vez el calco nómade del baño, el vestido, el traslado, el deglute y viceversa; hacen del sueño una recompensa pútrida del discreto suceder. Calamidades cotidianas simuladas por pequeños triunfos como el de hallar un asiento en el bus atestado, o conseguir en el suelo una moneda, son las derrotas exitosas. Esos son los ágapes del alma expectorada en cada sello que atraviesa la mesa de partes de la muerte.
El problema sigue siendo la cobardía; y mientras tanto: la obesidad, las uñas largas y el inmenso ardor de sujetarse a cinco dedos la pierna remangada matando crías. El acto del valiente es la insania de sugerir que el orbe está demente y que se puede seguir creyendo en él, estando fuera de él. La catástrofe de la era fue descubrir que una manzana no se cae para arriba; y casualmente hizo que se suspendieran los vuelos de las mentes que quieren nadar en el asfalto y agitar las alas en pavimentos y desnudarse sin pudor en cada puerto del hablar y parecer correcto.
Allí donde nació la idea que pare la modernidad, se estancó el aburrimiento para hacer declive de nuestro humilde e incontenible proceso.
3 comments:
El partido empezó perdido probablemente con un cinco, seis o siete a cero, y sin embargo lo jugamos, a pesar suyo y mío, lo jugamos, una micro dosis de esperanza le lleva a arrojar estas botellas garabateadas en el mar. La muerte está apuntando sus luces a nosotros (y lo sabe hermano, lo sabe) pero también las nuestras apuntan hacia ella: Y vamos hermano. (Fuimos). Vamos.
A vivir carajo, y morir ardiendo el cuerpo mágico. Que la muerte, puta altanera e inmutable, se vaya con el rostro arañado, o con el culo presa de un buen tabaso, o mas humildemente, con el humillante agravio del canto y el silbido de quien sabe que entra a la ducha, no la de 2x2 m2, si no la gigante, la del viña gamada y el juergón de los indolentes y aburridos dioses de la nada. Antes de poner el punto final de la tragedia, creo, que debemos escribirla hermano. Y en eso estamos… en eso estamos… un abrazo… Nicolás ( Eduardo).
I Lov Ou, jona, -I-
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