Este ni siquiera es el viejo
mundo de las barricadas, de las protestas armadas, de las gloriosas
revoluciones de bandera roja o negra. ¿Qué proletarios del mundo se van a unir,
en esta creciente desocupación estructural que, sin embargo, mantiene la ética de
un trabajo que ya no existe? ¿Revoluciones por internet? ¿Consignas por e-mail?
¿Compra de armas con MasterCard? ¿Y quienes van a combatir? ¿Guerrillas contra generales que sólo
aprietan botones y mueven cursores? ¿No? ¿Entonces resistencia pacífica contra
el aparato industrial-militar-electrónico-financiero-consumista-ético-religioso
más vasto y totalitario de todos los tiempos? ¿Adónde se fueron los buenos
tiranos de antes, tan derrocables, como Genghis Khan, Napoleón, Hitler, Stalin,
Pol Pot, Mao? Si con esos no fue siempre fácil, ¿qué decir de la anónima
camarilla de yuppies y tiranuelos, de los chicos simpáticos como Bill Gates que
sólo quieren hacer sus legítimos negocios, aman a sus hijos y tienen perros y
gatos adorables y además son filántropos? Ninguno de ellos aprueba realmente la
miseria: ¡cómo les gustaría reinar sobre un mundo feliz! Detestan la guerra,
salvo cuando no hay más remedio; odian la pobreza excepto cuando no se puede
(“por ahora”) evitar. Financian el combate contra el sida, el cáncer y la
esclerosis múltiple, no sólo porque esas y otras enfermedades mutan o
inutilizan a sus compradores sino porque sinceramente quisieran que se
generalice su propia buena salud (las úlceras no cuentan frente a las
enfermedades más graves). ¿Y con qué armas combatirlos, si se desea hacerlo? Ya
que ni los fusiles ni las armas nucleares o bacteriológicas sirven para las
revoluciones sino sólo para guerras legítimas,
si el terrorismo es un crimen inadmisible y corrupto y las huelgas no funcionan
si no hay trabajo, ¿habrá que solicitarle a los poderosos que renuncien
generosamente y repartan sus acciones?
La única esperanza es que nuevas
generaciones de víctimas encuentren (en internet, probablemente) medios y fines
inéditos, que nosotros no podemos prever, enredados como estamos en nuestras
antiguas concepciones tanto de la sociedad moribunda como de las supuestas
maneras de cambiarla. Si es que –como
sinceramente esperamos- hay tiempo.
La profunda maldad del universo
De mujeres y Heridas (2000)
José B. Adolph (1933-2008)
1 comment:
Ouhh!! Esto se lo tenía bien guardado señor. Entre las cariadas risotadas y los silencios que tanto nos dijeron
¡CÓMO LES GUSTARÍA REINAR EN UN MUNDO FELIZ!
Ay! ay y más Ay! señorito de pantaloncillo y sombrero de paja. Viviremos y escaparemos como ratas y claro .. entre los unos y los ceros .. la paradoja de la Gran Red como toda esperanza.
Reciva las respectivas (Y ENORMES) gracias.
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