Los casquillos de LA NADA se erigen macizos
Sobre el panteón de luces ocres sin tarde.
Y destellan sus fluorescentes nombres
De anónimas espaldas sudorosas
Y cabellos pulcros bien asociados.
Se extienden en una llanura púrpura
Rebalsando el brillo oscuro de los montes olvidados
Y embadurnando en plástico centeno;
La vereda de las arritmias transas
Y la confianza de 60 días, con cargo al embargo del sueño
Y la cúspide sin mérito.
No llegarás. No... llegarás.
Palacios infinitos del extracto sucinto
Que comprime el trato y los buenos silencios
Para dar paso al bólido decreto
De las carnes saturadas y la prenda ceñida en falso pecho
Y el plástico cuerpo anhelado
Y el eterno vivir sin recaudo ni descanso
Y el reparo por lo pausado,
Que a fin de cuentas será un pecado adicionado.
Porque las leyes ya no vienen de las tablas
Sino de las actas selladas del anonimato,
Que se escurre, se zambulle y te percude;
Hasta el haber soñado con volar...
Porque el vuelo es metálico,
Y el nado un eco de lo que fue un espacio llamado sueño.
Porque el beso está en vitrina
Y el amor a un tris de vivirse en foto,
Sonriendo en pálido intento,
Pues todos tienen que verlo
Y no hay peor eco que el del rumor del cero.
Cuentos jurásicos serán mis patios
Donde el redor eran mis ojos cerrados
Y el regate en pista un estadio lleno.
Allí va por la ruta desahuciada la manera de recordar
Que ahora sólo va fotografiada.
La clase de los que sobran hoy abunda
Y la mística mirada de los horizontes vírgenes
Es la pradera de las antenas
Y sus danzas sin mañana…
Avance, hay luz verde siempre… siempre.