Razones para celebrar las
tienen, y de sobra… el holograma presidencial funciona, la telepantalla tiene
su sitio sin fondo bien cimentado y hasta hay guerras de polietileno entre
combates de tanga y valores verdaderos. Se ha incrustado bien el corito este
del progreso con marca registrada y bien
valen las moras a 7300 días, entre el flujo creativo de las letras pequeñas,
los pagarés al paso y los degustes innecesarios. No olvidar que hoy seguro te
atragantarás del orgullo de ser peruano y templarás la guitarra con aplomo y
pendejada de linaje limeño.
Mientras, la revisión de las
mentiras se esfuerza en permanecer latente y vivaracha; porque un cadáver
exhumado habla más que un estado bombardeando, e infantes sin piernas y piernas
sin infantes son perogrulladas para el olvido y la anestesia del raciocinio. Y
mientras tanto están las simulaciones del escrutinio y la necesidad del ánfora,
encubriendo mafias y galardones dorados, maquillando números y coloreando cuajos.
No queda sino expresar mis más asquientas felicitaciones, pues diciéndolo con
todas sus letras, les está saliendo de concha de su madre.
Más, como el bucle cansino de
los ecos de su gran prensa y el minuto denso de su espectro de país me enferma,
cito esta noticia como buen punto de partida para una acción efímera (http://elcomercio.pe/economia/negocios/lujo-no-se-desinfla-pese-al-freno-economia-noticia-1741625),
y si se quiere y gusta una repetición de verdadera pureza. Resulta que, a lo
que le denominamos desaceleración económica, que es en verdad la menor
posibilidad de llevarse migas a la boca, se le contrasta un incremento
sustancial en las ventas de bienes de lujo. Ya están instalados en nuestra
chacra; Versace, Louis Vuitton, Prada y Gucci, y El Comercio tiene el descaro
de citar a Elena Benarroch, sin ningún reparo: "el mundo del
lujo se salva porque por suerte o por desgracia hay un sector que siempre
tendrá dinero. Ellos son los que suelen querer lo que nadie tiene, por eso el
lujo nunca dejará de existir". Están cada día más engreídos y
confiados.
Pues bien, porque
sencillamente me sigue jodiendo la asimetría y la farsa y el desvergonzado modo
en que se nos engaña, propongo que sencillamente destrocemos un poco esos
lugares. A ver si así sacudimos alguito las parapetadas redacciones de los
modestos modositos, y hacemos eco de nuestro asco y desdén por ese caquiento
ejemplo de crecimiento, y les decimos de una vez; aún hay sangre en esto que
creen su feudo. Total, dinero no van a perder y eso es lo único que importa
¿no?
Por ello, toma el tacho de tu
hogar y recoge los papeles doblados que se llevan tu desdén austral y júntalos
para hacerlos masa y témpera de infante, pues bien podríamos encacar sus
fachadas y alterar las falacias de sus templos, gritando a voz en cuello, y
mano en el pecho por supuesto: ¡que
muera el Perú, carajo! Ese que hoy creemos que cumple años.