Lluevo… briso dentro,
Y me escurro entre pequeñas parcelas de mi cuerpo baldío
Con salados rocíos que se escurren en mis patas
Donde vuelvo al ande cansino de las mismas palabras.
Quemo en gélido gesto mi fragor de rumores
De bastiones parcos que se derriten, hongueando las máscaras
De un pueblo inventado, esquizo;
Haciendo calles y pariendo escombros
Donde tu rostro me persigue galopante
Entre fulminantes espejos.
Y no hago más que preservar los paños
De estas ventanas rajadas sin pestillos, sin vista, sin
calma.
Y en desesperado flameo, izo el último suspiro de este trapo
Para dejar ver un color, un rancio vestigio
Sin escudos ni líneas,
Que puedas llevarte por si al transcurrir de este paso
Chorrea un negro charco
Que has de trapear si el decoro se impusiera
Que has de olvidar…
Aquí se acurrucan las gotas en la acera.
Lluevo, quemo, humeo… por si se olvida que una vez
Siquiera una minúscula vez
Hubo madera en este baile de cenizas
Hubo chispeantes pedacitos de un árbol deshojado
De un remedo de pálpito sin tez… ni veras.
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