El andar efervescente
Entre el cadalso enllamarado
Que se estira en el sudor frio
Que gotea preguntas
Porque aunque estas decidido te enfrentas al por qué
Y todos los trámites del pensamiento
Y surcas jirones donde abunda el tedio
Y los colores rasgados
Y la prebenda mojada de belfos y rectos que sonríen
llorando
Y estiran la jeta fingiendo un pacto justo
Pero sienten el remedo del opiáceo pateado
Y se embuten el espejo para no mirarse más que pardos.
Y así las avenidas se calientan
Dorándose por los lados
Y uno enfrenta el neón como un caramelo chupado, pasado,
cuarteado…
Y la lengua se te quiebra
Entre los besos comprados.
Y se entume la noche
Y las preguntas se absuelven
Y todo se esclarece en el nubarrón espeso de los tímidos
pasos que dan los comerciantes,
Y llueven fritangas
Y refritos pasados te pueblan la cabeza
Y tu padre se devela
En muñones, en muletas, en derramadas cervezas
Que se inclinan taciturnas;
Y de repente piensas…
Estrujas la sapiencia bruta que te queda
Y te observas entre pasteles de choclo y tracas
desgreñadas
Y rompes el estímulo que te hacía cabalgar la medianoche
Y expendes tu sencillo, y buscas las murallas que se mean
solas
Y estableces el esputo necesario
Y te vendas sin esfuerzo
Y callas lo que gritas
Y estipulas la mentira que hará tu retorno más leve,
aparentemente…
Leve
Y todo se revuelve
Y el dedo a la úvula
Y la timolina que no basta
Y el pesar de la mañana.
Toda tu vida estará frente a tu casa.
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