no puedo escribir, estoy seco... o mejor dicho, estoy igual. Todo esbozo de algún verso u osadía de prosa termina en los mismos tonos, las mismas esquinas conocidas. J. me dijo -como consuelo- que uno anda escribiendo un solo libro en toda su vida. No le creí, o al menos me callé en desacuerdo. Cierto es, que este último año he tenido disparadores múltiples, pero muy poco sosiego, y claro, muy pocas lecturas. P. adjudica a esto mi sequía, pero vamos, tampoco es que haya leído a sus niveles (no paso de 20 libros en un año, y el debe leer 20 mensuales). Ahora leo su novela y me siento pequeño, porque ha crecido mucho, a pesar de sus sobresaltos y sus muchos yerros. Es como ver una buena ruta, a pesar de sus asperezas. Y así pasan los días, y mi gran vuelco no llega, y mi gran libro ni asoma. Y me siento traidor, torpe, tosco, burdo. Y todo es demasiado en el mundo virtual, y tengo constancia de que los días ya no son suficientes ni pocos.
Y el disco que anda entumido, abufandado del mismo tono, ese pretexto ya se me está acabando.
Voy directo al olvido...
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