No me da la cordura
Ni las mentadas prioridades
De pulso sensato y mirada perenne.
Me da el tiempo -o al menos quisiera- para seguir
personas a sus casas
Merodear sus costumbres
Su lado favorito de lecho en medialuna
Su sabor matutino y su puerta cerrada.
Y quisiera mentir mejor; o… mejor, no decir nada.
Sino esculpir mi andrajo en melodías de un acorde
perpetuo
Sabiendo que no sé…
Encendiendo una pipa resinosa
Saboreando una lástima clave en el horizonte tenue
Donde un encono derruido
Sirva para sorber el té
Con una simple brisa
En el patio de las piruetas infantes y el tiempo ajeno.
Que me devuelve a la senda de los que huyen
La senda de quienes callan,
Mi senda…
Pero yo no huyo, ni siquiera ando.
Gravito…
Por Europas inventadas
Y Claroscuros de estupor en avenidas encriptadas
Que crean vanidades,
Inventos de vacíos fluorescentes
Plegarias de lugares comunes
Sin un bemol que valga
Para decorar la soledad
Del interventor que martilla
Incordios en el seso, marejadas encostradas.
Y viendo torrentes de pétalos vitando
En gritos desaforados
De huevadas altisonantes enarboladas
Quisiera determinarme…
Decantarme en sus vítores
Con aplausos sostenidos para mi…
Detonaciones que amenacen mi mentón retirado
Y que de una buena vez venga el patatus…
Pero sigo corriéndome (je…)
Aullándole a la pantalla
Y su luz de cuadraditos enjutos,
Y me diluyo como el hielo sin guardián
Apretujado en el tunante ir y volver
De los millones de rostros entumidos
De resumidos pulgares taquicárdicos,
Mordiendo el polvo de los teras abastecidos de olvido.
Porque a veces me acuerdo
Cuánto te debo;
Desde que me fui en cubierta transparente
A gritar a viva voz… todo el silencio del mundo.