-¿Es que supone que temo esa
palabra? ¿Ha intentado alguna vez romper un cascarón para descubrir lo que se
oculta en su interior? Se lo mostraré. Recuerde, una colina azulada, una cruz y
una multitud. Arriba, unos, salpicados de sangre clavan el cuerpo en la cruz;
abajo, otros, anegados en lágrimas, miran. ¿No le parece que el papel de los
que están arriba es el más difícil e importante? Pues sin ellos, ¿cómo habría
podido consumarse esa grandiosa tragedia? Ellos fueron odiados por la multitud
oscura y anónima, pero por eso el autor de la tragedia, Dios, debe premiarlos
más generosamente. ¿Pero el mismo y piadoso Dios cristiano, que quema
lentamente en las llamas del infierno a todos los que no se le someten, no es,
él mismo, un verdugo?
“¿No cree que el número de los
cristianos que han sido quemados en la hoguera es mucho más reducido que el de
los cristianos que se queman en el infierno? Y sin embargo, compréndalo, ese
Dios ha sido adorado, a lo largo de los siglos, como el Dios del amor. Qué
absurdo. Por el contrario, aquí, en el Estado Único, la inextirpable cordura
del ser humano se escribe con sangre. Incluso, entonces, el hombre, salvaje,
harapiento, entendió la verdad que el infalible y verdadero rasgo del amor a la
humanidad es su crueldad. Así como el rasgo infalible del fuego es que quema.
¿Puede mostrarme un fuego que no queme? Pues nómbrelo; ande, discuta.”
¿Cómo iba yo a discutir? Cómo iba
a discutir si esas fueron mis propias ideas anteriores; sólo que yo jamás había
logrado revestirlas de una coraza tan firme, fuerte y brillante. Callé.
-Si su silencio significa que me
da la razón, entonces hablemos amigablemente, como dos personas maduras, cuando
los niños ya se han ido a la cama. Y tengo que preguntarle: ¿por qué razón los
hombres, desde la misma cuna, han rezado siempre y han soñado y han sufrido
siempre? Solamente para que alguien, uno de ellos, definiese para siempre lo
que es la felicidad y los atase a golpes de masa a esa felicidad.
“¿Acaso no es precisamente esto
lo que hacemos? El antiguo sueño del Paraíso. Recuerde, en el Paraíso, los
hombres ya nada desean, ya nada anhelan, ya no conocen la compasión ni el amor.
Allí solamente existen bendecidos con la eliminación de la fantasía (y por eso
son benditos) los ángeles siervos del Señor….
Yevgeni Zamiatin, de Nosotros
(1920)
1 comment:
"¿Cómo iba yo a discutir?"
http://www.youtube.com/watch?v=RaF4GGAvf3I&feature=player_embedded
"Allí solamente existen bendecidos con la eliminación de la fantasía"
Oooooouuuuuuuhhhhh!!!!
(Aquí caca de perro)
/ºº\
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