Lima;
capital del departamento del mismo nombre de la República del Perú, a orillas
del Río Rimac y no lejos de la Costa. Hermosa Ciudad, una de las más prósperas
del Sur, ha extendido notablemente su área y cuenta con 1716000 habitantes
(limeños). Posee dos universidades: la Católica y la de San Marcos (fundada en
1551), varios museos (Arte colonial, Historia, Pintura) y una biblioteca
excelente. Entre otros edificios merecen citarse el del Palacio de Gobierno, la
Casa de la Moneda, la Catedral (consagrada en 1625 y reconstruida después del
terremoto de 1746). Su vida comercial está favorecida por la amplia red de comunicaciones
que la unen a los puertos de El Callao y Huacho y a los pueblos de la sierra.
Fundada por Francisco Pizarro en 1535, llamóse primitivamente Ciudad de los
Reyes y fue, hasta 1821, capital del Virreynato.
Definición del Diccionario Larrouse
Ilustrado (1964)
Ya en 1989 Melville (Cap XLII de
Moby Dick) había escrito: “¿No es el recuerdo de sus terremotos
demoledores de catedrales, ni el embate de sus frenéticos mares; ni la
infecundidad de sus cielos sin lágrimas, pues que nunca producen lluvias, ni el
espectáculo de sus vastos espacios donde se alzan botareles inclinados,
yacentes piedras sillares y cruces terciadas (como en un astillero de tumbadas
flotas ancladas), ni sus avenidas suburbanas con paredones que se apoyan los
unos contra los otros como revueltos mazos de naipes, lo que hace que Lima, la
sin lágrimas, sea la más extraña y triste ciudad que usted pueda ver? Ello se
debe a que Lima ha tomado el velo blanco, y existe el más alto horror en esta
blancura, que define su tribulación. Vieja como Pizarro, esta blancura mantiene
siempre nuevas sus ruinas, no admite el jovial verdor de su decaimiento:
extiende sobre sus rotos terraplenes el rígido palor de una apoplejía que fija
sus propias distorsiones”; y continuarían desde sus propios
anaqueles Salazar Bondy y Congrains deshaciendo los mitos de la Señorial
Ciudad de los reyes. ¿Qué es lo que describe una definición de diccionario y la
realidad destruye hasta hacer añicos ese concepto de hermosa ciudad?, que ahora
yace a orillas de un vertedero de basura aprisionado entre muros que es el Río
Rimac. Muros que han estrechado la vera del afluente hablador para dar paso a
más concreto, a más autos, a más insania, a más reducto de carbono instalado en
nuestros bronquios. Qué hace que ese concepto de próspero se detenga cuando se
exalta su extensión en área y población, entrelazada por mastodónticos rieles
de concreto que la atraviesan de un punto a otro punto, rebasando el brío de
sus contrastes, desde San Isidro hasta los pasajes tuberculosos del Agustino,
desde La Planicie hasta los asentamientos verticales de Cajamarquilla en
Lurigancho Chosica; desde la pujante Gamarra hasta los lúmpenes barrios de
Mendocita o La Floral. Allí están embutidos sus casi 9 millones, exhibiendo
camionetas cual presunción fálica, entre mototaxis, camiones, skates, triciclos
y millones de apresurados a pie. Qué es lo que las mañanas de esa ciudad sin
lágrimas te hacen llorar cuando se muere día a día, hora a hora, minuto a
minuto, en las prisiones de latón estrujadas a bocinazos y hedores
insoportables. Esa es la celebración del espanto que acoge ahora ya no 2
universidades, sino centenares de claustros de enseñanza al paso, propiedades
de la corriente mercenaria que se alaba bajo el espíritu del emprendimiento;
que con sus mensajes a todo brío te conminan a “salir adelante”, qué es esta
ciudad sino una simple maraña, una gráfica de sus postes atravesados de miles
de mensajes y señales piratas revoloteando como madejas de cromo entre techos
fruncidos de parabólicas y sin desague.
No están acaso todos sus alabados
acabados arquitectónicos siendo arrasados por contadas compañías que aducen el
dinamismo de la economía y el sector inmobiliario, edificando panales a diestra
y siniestra, mutilando el simple horizonte para volverlo un Tokyo con cachina y
un New York con Parada. No vive Lima sin su color de aceras, sin su orín
esparcido ni su muro empapelado de turbios desconciertos. Así se recorre, su
extensión incierta, entre un salivazo contenido y la ebriedad hecha conducta,
entre el corrompido estado de las ventanillas y sus brillosas tiendas
comerciales, entre travestis henchidos y prostitución soslayada, entre el
sosiego de Starbucks y el pase escondido del jirón Castilla. La lima de Ribeyro
que se perdía entre malecones y azoteas, hoy se escurre entre baches y
rascacielos; las calles de Vargas Llosa hoy se debaten entre el monstruo de
Tola y las tolas de Maranguita. Hoy se decide si se vive a punta de bala y
seguimos pa' adelante, zapateando, brincando, usurpando todo terreno, esperando
la lluvia por si de una buena vez, o nos rebasa o nos limpia en cura.
Yo los invito a reconstruir ahora
mismo ese inicio de la Casa de Cartón, ese que dice: “ya ha principiado
el invierno en Barranco, raro invierno, lelo, frágil, que parece va a hendirse
en el cielo y dejar asomar una punta de verano. Nieblecita del pequeño invierno,
cosa del alma, soplos del mar, garúas de viaje en bote de un muelle a otro,
aleteo sonoro de beatas retardadas, opaco rumor de misas, invierno recién
entrado…”. Sencillamente, imposible, salvo, claro está, que usted sea
ciego, o mejor aún; que pida un crédito.
"Lima en su ley, tertulia
de terrores
Ajos de terruño,
sueños ocres en menores
Sueños ajenos en
aviones."
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