Yuyachkani expone con un tino
político y audaz en estos momentos electorales y aciagos su obra “Sin Título –
técnica mixta”; una revisión particularísima de la historia peruana que
discurre por dos hitos importantes y fundamentales en desgracia para nuestro
devenir republicano, como son la guerra con Chile y el conflicto armado
interno; sumándole a ello la explosión de la dictadura fujimorista en su fase
de asco. Decimos particular, porque desde una postura erguida en las citas
escritas en los muros, encontramos a Vallejo, Arguedas, Basadre, Degregori y
hasta se entonan pasajes del texto de la CVR con referencias del mismísimo
Gonzáles Prada.
La obra es un trazo que
atosiga de flashes al espectador. No lo hace parte en ningún momento de la
dinámica, pero reta a tener desde diversos ángulos (el público no está sentado
y mucho menos puede quedarse quieto) matices, sensaciones y un etcétera de
referencias embutidas en guiños; en sugerentes pero severas críticas a los
diversos actores de la dislocada historia.
Desde el principio, en que se
sugiere una instalación corriente similar a un museo, los personajes toman vida
y van exigiendo que se tome nota, a gritos, de sus testimonios. Arriba el
escriba teclea por encima de todo y de todos. La exigencia de la memoria a lo
largo de toda la puesta es gris, pero necesaria (sutileza enorme la de no poder
registrar, cuando llega el turno de la campesina, el testimonio en quechua).
Técnica mixta es una obra de
valores de producción mayúsculos. Todo está cronometrado y posicionado, y desde
módulos rodantes que se transforman, tenemos escenarios móviles que fungen de pequeños
cuadros de un retablo deforme y asqueroso. Como ese Cristo inmóvil dentro de
una urna, que sugiere la visibilidad pero a su vez, la irrelevancia de Dios; o
la maestra exagerada que se regodea en su exigencia y rectitud para manifestar
a gritos que ya no tiene nada más que aprender (¿aló SUTEP?)
La obra es así, un centro de
tornado donde todo sucede fugaz pero trasciende. Donde lo sugerido es sentencia
de color de resolana. Pocas veces me he sentido tan retado a no prescindir de
ningún detalle. Técnica Mixta es una obra a 360° y no desaprovecha ni los
aires, pues todo toma sentido desde que se iza una bandera de retazos (¿por qué
no estaba agujereada?) de suma de llantos (para resaltar la madre del soldado)
y colores deslucidos.
Pero Yuyachkani es un grupo de
posición. Sugiere pero no negocia al sentenciar culpables desde los 80’s en
adelante; y hace bailar ridículamente al genocida Pol Potiano exhibiéndolo como
estrella circense, interrumpiéndole su Sorba el Griego con estiletes de
cuerdas; y por otro lado colocando a la pandilla Fujimorista, con Fujimori y
Montesinos a la cabeza danzando amenazantes y sobre todo siniestros (de lujo
verlos tirándose la pelota). Allí están el poder judicial en su lluvia de
millones, con las claras reminiscencias a la revista dominical, el baile del
chino, al brazo armado (tamaño brazo) imbuido… en suma, la borrasca de poder.
Cabe resaltar que durante toda
la puesta hay unos escolares que son el soporte de la transformación de
ambientes. Lástima que estos no actúen y se limiten a ser yanaconas de la
presentación (¿o es una alegoría de la educación como la última rueda del
coche?)
En fin; más allá de una elección
musical de poco agrado por su exuberancia, Técnica Mixta es una obra que hay
que visitar, revisitar… y sentir. Estoy seguro que desde diversos ángulos y
vistas terminaremos por entender este mal sueño.
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