Sin saber siquiera amarrarse los cordones
Ha llegado hasta el penúltimo sudor;
Con los brazos entregados, y las dobladas calancas que
casi no sostienen.
Lelo allí, un púgil sin norte, ni voluntad de pegar.
Casi envuelto en moradas cáscaras
De los varios periplos en esa lona
Es casi carne de presidio ante la atónita mirada de nadie
Entre las rumas de intentos destripados.
Que no se niegue terquedad,
Ante la mórbida impaciencia
Y hasta un poco de risa, ya da el guiñapo plantado
A sabiendas de su última derrota.
Ve los golpes, y ya siente poco
Como si hubiera estado
temperado el pellejo al tiempo
Pues la última canción la ha bailado a solas
Con una que otra sombra.
Y cruzan las memorias de sus días ágiles
Donde nunca triunfara, donde a veces ganara;
Y ahora, ad portas de su lecho de silencios
Espera el último salar de sus temblores,
Y se deja casi lóbrego,
Como si siempre hubiera estado hueco,
Roto.
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