Detenido el bostezo de celebraciones de sus cánticos
roídos:
Llevo la expresión enjuta de protesta ante sus opciones: ¿igual
o igual? Lo matizan las brillantinas de las bailarinas y sus coreografías;
mientras el grosor de la billetera se excita en su funda de ficción. Entonces
todos (bien… muchos); creen que el mensaje está más que claro, férreo, perpetuo;
y maquillan la cerviz con el dios te salve, la pesadumbre con el estribillo
monótono del poder a sabiendas del azar.
Cuánto han invertido pues, en sus listones acaramelados,
en sus panales edulcorantes, en su cancioncita al ardor. Y rebotando entre
curules, apretones, arreglos, y cuotas bajo gracia eterna han de sacudir hasta
al más escéptico para embutirlo en su patio de tiro, en su arrabal de palitos
que se estiran para capturar lo mismo que todos arpegian;
somos bellísimos.
No me tienes, no me tienen. Acurrúquense conmigo. Ahora
es preciso sabernos ese puñadito, para reconocernos en tinieblas si fuera el
caso, y correr las playas plantando diatribas, esculpir los prístinos
monumentos de su excedente con murales de tormenta en telúrica secuencia.
No vale pues sentirse absorto, ni en ti, ni en mí… es deber
el roer contra la parla de remesa que sustenta el bienestar ingenuo que engaña
y te seduce. Allí donde está el culo de portada, está el verso animal; allí
donde está el coro de batallas esculturales, estará nuestra pluma como un balde
bajo tu cama.
Porque es preciso... es preciso.
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