De
los colores crispados ha nacido un reino.
De
veredas lustrosas y regiones transparentes,
De
panales erectos y habitación en resumen,
Donde
el brío es decreto de un titular
Y
el ascenso, el escalón dorado donde culmina el sueño.
Por
entre estrechos eructos
Se
distribuye el reino; entre los briosos, los lustrosos y los ignotos.
Y
en combinado de agachados se mezclan
Para
dar tenor al reino… el reino aparente.
Surcado
está, de matas, fierro, cemento y caca
De
ese color que llevan los vértices de las aceras
Entre
orines y bolsas al aire, por entre cenizas y astillas
En
azaroso vestigio que intenta barrerse
Como
siempre corresponde, en tórridas madrugadas.
Puedes
conocer sus madrigueras y palacios,
Responsablemente
distanciados.
Guarnecidos
por uniformes especiales
Y
sigilosamente remallados por distintos telares.
Pelajes
especiales, afiches recortados y servilletas de doble hoja
(Aquí
se extienden las praderas del oriente y su plaga)
Algunos
reinos tienen bosques y otros, paja,
Y
las bancas son decreto de la ausencia de los muertos;
Pues
seducen tanto en avenidas como en penosas cuadras,
Donde
habitan el extremo absurdo y el pertinente delincuente,
Que
bien calzado, viste corbata y porta armas de palabras
Y
serena consecuencia con el dolo
(Aquí
cenas de Ribeyro y muchas, pero muchas papadas)
El
reino se yergue con accesos numerados
En
carné de contraseña
Y
con sencillos trueques
Por
lo que esté uno dispuesto a que el futuro se empeñe.
Pero
si de adquirir un elefante se trata
Vaya
usted a saber los planes que se ofrecen
En
módica sumisión del destino
Y
llanto decorado de pantalla plana
Siempre
ecuánime y lustroso,
En
el pasadizo de los sobres excretos
Que
llevan el rostro de la risa fatigada
Y
sus faroles sepias untados de madrugada.
El
esquivo escollo es para algunos, carcajada.
Que
en arpegio gélido desprecian desde su plateada montaña
En
corbata persa los anónimos briosos.
Y
debajo los lustrosos decimales: digitales, amoldables
Los
sumos pálidos aceptantes,
Bullen
por el bólido diploma
De
timón y fálico derroche
Que
permita dejar el insano decorado de nuestros bien milimetrados
Suplicios
urbanos.
Pues
los ignotos otros, vamos desquiciados
En
latones dinosaurios encallando
Y
naufragando por selvas púrpuras
De
añejas rutas y coro a bocinazos.
Más
abajo están los ojetes henchidos
Y
las mamadas bajo el puente
De
orgasmos clandestinos y sobeteos turgentes
Entre
vómitos y axilas de resaca
Donde
sudan el vientre y las tupidas rajas
Como
cuentos carcomidos
De
un centenario apolillado,
Guardián
de las derrotas sin aliados
A
dos luces y entre cerros
A
palabra de olvidado incinerado.
Y
las rejas… las rejas, los postes en maraña
Los
murales efímeros y los camastros de telaraña.
El
estibador de toneladas
Y
el cortejo de pirañas, entre teñidas fachas.
Todo
en mezcla de requinto y máquina.
Porque
este reino surgió en 4 días de resaca
Pues
la juerga de dios duró lo que tenía que durar para semejante falla.
Y
hay que imaginar el orden entre lotes y manzanas
Huyendo
de trampas y sorteando cacas,
Fumando
el eco de la tumba de los ruidos
Haciendo
del delirio la constante del rostro
Pegado
a la ventana, pegado a la pantalla
¡Pegado
al mismo suelo ardiente donde ya no crece nada!
Más
podrida no podía estar la siembra
Si
querías cosechar siglos de farsa.
Y
aparentemente el canto ha resumido el paréntesis
Y
vuelto está hecho el dorado marco,
Pero
escrito en letra de adenda
Como
quien husmea la masa de un pan que brilla por fuera
Olerás
el culo de esta patria vieja
Que
chorrea sangre, mierda y mucha, pero mucha… seca esperma.