Thursday, October 04, 2018

pseudo



Siempre reparé en el peso de los nombres.
Aquellos navíos que cargamos eternos sin decisión alguna ni método preventivo.
Cavilé en la belleza del nombre de Woolf
O de Portal, o de Beauvoir;
O en aquellos más audaces por pasteles: Trilce, Diana, Brisa...

Cada cruz más excelsa que la otra
Y cada estaca más profunda en su sentencia.
De mí, se diría nada, porque mi membrete tiene de raíz un remedo de mescolanza,
Pero en el colmo de lo azaroso del vestigio del hado
Está el color de tu nombre
El aroma de tu música
Y el tiempo de tu fragor.

No podría jamás pensar atroz de alguien que se llame... Garúa
Ni de alguien que se pronuncie presente cada mañana en la escuela
Al escuchar la palabra Cielo;
Pero han hecho bárbaros sucesos, los más impensados nombres,
Pues no diré más de las obviedades de la especie.

Más, cargar con esa cruz debe hacerla más pesada...
Porque no honraste siquiera tu nombre
Tu tan bello poema de nacimiento.
Lo único que escribieron por ti, y que valía…
Que valía…