Tuesday, September 24, 2013

como el viento...


Hay que reconocer que el pescado es el mejor alimento...

Thursday, September 19, 2013

XX


Diríase que el negocio es la sonrisa;
La barba rala, y el firme estrechar de las palmas.
La gimnasia adicional… es costra
Y las cantaletas, los achaques y demás,
El probable etcétera de musgos que vitan en mi pradera mostaza.

Y  si bien el precio es la cuantía
De temores olvidables y señuelos de inmersión,
Todo habita entre las pérdidas y los casis
Como un todo rebanado entre cien porqués;
Y un tumulto de pendientes,
Cadáveres de sémola, pellejo de quincena.

Personajes sin vestigio, y bolsillos en témpano
Son la terapia del fuego,
Pues acabado el colorido, llega el temple de los huesos de humo
Y una que otra cachetada
De las selvas acuarelas y sus nómades,
De los tobillos de talón grueso y callo eterno
Del infante en fuga y la duda en ciernes
De la mirada eterna buscando escapar de la redada.
Pues eso, en cómodas cuotas… es más o menos el precio.


Wednesday, September 18, 2013

Correspondencia al ser

La cojudez de la existencia,
Esa magra sensación de recaer entre muros y abrazos
De perfecta sensación ignota y repetida sordidez.
Donde un mundo habita otro mundo
Y un espacio es péndulo de memorias frías,
Y corazones estrechos en medio de una sola afirmación:
La lágrima.

Porque en el día enhiesto de los islotes al hoyo
Y las medias descocidas y los pensamientos en frío,
Se revuelcan los buses y los cánticos de humo
De la rúa púrpura y digital
Donde habitan los números sosegados
Entre jaulas y montones de sapiencias al borde
De una limitada expresión de la cuerda tensa que explota
Y te seduce entre tumores y harinas
Que se caen suavemente por entre tu vientre
Y rebasan el sereno meretricio de la suela y el andar
Para acoger nuevamente el estupor de estar vivo
Y reducirse a volver al silo, o como bien se ha descrito…
A la lágrima.

Y devastado el ánimo de la rectitud
Se deshace el molde y comienza el arrabal de mentiras
Y el coloquio frente al vaso
Descociendo las fronteras de lo solitario
Y arrullando el monocorde silbato que te obliga al despertar,
Y el eco, y la repetición y los bises
Y la copia de la copia en bostezo cafeinado,
Que reclama el sobre de las cuatro cifras
Y justifica la invención de la aceptación
Como espejo de lo sórdido y sordo de uno mismo en pugilato.

Y el coral de resquemor
Entre la lluvia de personajes en elipsis
Y el tedio de lo conspirado entre tu pantalla y el orbe,
Cuantificado el seso entre maniobras y cereales,
Todo pardo, todo caqui, todo esbelto, todo táctil.
Moño escueto el del vacío reflecto entre tu sombra y mis labios
Entre tu estela y mi adversario, que soy yo, y yo…
Y mis lágrimas.

Y el ser deambula, y se choca y se estrella
Entre rumbos y péndulos
Frustrando el motivo de lo que habita como escozor,
Y responde de vez en cuando…
Como el mirlo en llanto lejano;
Pues la decisión de no hacer y no tener y no y más no
Es sólo mía pero también tuya y suya,
Aunque sabemos bien que el pretexto es un idilio que bien de chompa me he puesto.

Y el millón de posibles y el escaso probable
Es el mitón de mi mente que en onania responde
Al abrazo insomne de mi pared fría, tan lejana y colchita
Tan abuela y tan tía, esparcida entre miradas tibias;
De nostalgia y recorte,
De parecidos bemoles,
De paseos en cárdena respuesta,
Suscrita en la torva rúa andada y lenta.

Cigarrilo y lágrima, pared y ventana humeada,
Bocanada de refugio entre el vértigo de las luces cadmias encendidas
De una ciudad explayada al capricho de una brisa
Respetando el origen como azar de azares
Y bolondrón de carne viva, como Dios manda
O como Dios juegue a solas con su barba.

Arenal mío, de habitaciones verticales,
Plantea tu absurdo como bien tú sabes y desvirga mi sueño
Para escalar tú subsuelo y retomar la guarida
En potro paso hacia el sol genuino de los versos
Y las melodías de garúa, que se olvidan en bolsillos descocidos
A propósito de ritos de los cuales queda el té tibio
Y el dado expuesto sin cifra en cara.

Es mi suerte un desmayo de hojas reposadas
En los bastiones de mis más organizadas nadas.

Y el volver, de cuajo retenido
De saber que a ti te espío tanto como te he olido
Me torna hombre; a fin de cuentas, una parte del pálido azul
Donde vaso en mano asisto al parto abortado
De mi coraza ploma, de mi cómoda siesta
Donde una y otra vez, se escabulle
Esa sangrada lágrima.



Tuesday, September 10, 2013

Sueños de un Bonzo


Virginia Benavides se aprisiona en cuclillas frente a nadie. Entumida, construye una prisión de carne invisible y se convierte en una exhumación. Se resume en una estancia efímera y evade las circunstancias, para incendiarse… literalmente. Se prende fuego a los cabellos, se revuelca, distrae con su mirada equívoca y seduce en danza púrpura bajo los ritmos de una melodía sorda que la envuelve entre párpados perplejos. Vita, con cariño al entregar su poemario dentro de una caja de fósforos, y sugiere: para incendiar una vez terminarse leído. Entre hojas multicolores, sin orden previsto y sin expectativa alguna.

Sueños de un bonzo, o exhumación de espectros, o tratado de lo somático, o estancias de la cicatriz, o sumersión en tenebro, o cuajo o griterío. La retahíla de subtítulos sugiere el descontrol y la imposibilidad de cercar los hitos de un mapa indescifrable. Hay de ensueño tanto como de despojo, y el recorrido azaroso sugiere la labor de desequilibrio aprendida de calle en calle y de recuerdo infante que no se quiere dejar ir, porque está el “borbotón de penumbra” envuelto entre nostalgias imperiales de hoteles tres estrellas (¡vaya presunción!) y el espejo y el amor desierto de los primeros días (quizá lo más bajo e ingenuo de los textos a incendiar) entre suturas y remalles de alma parchada por el vendaval de la modernidad y el eco de una adultez que se niega a tropezones.

Heredera en costras de una Magda Portal en su “quisiera perderme de mi misma”; Benavides derruye las arenas blancas de Varela y estira el elástico de los pañales enmierdados de Ollé, para instaurar un coloquio propio, un lenguaje en clave de Artaud y desorden de Deleuze; una pataleta escénica en descontrol sucedáneo que termina siempre frente al espejo clamando renacimiento tan sólo en la ceniza; en el arenal y en el polvo bajo suelas de una ciudad extramurada de habitantes en coro; para degollarse, invertirse, retraerse y hacer venias dentro de un muy, muy opaco carmesí.