Saturday, May 23, 2009

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La joven poesía se instala con sus nuevos libros. Algunos libros poseen personajes y otros a la vez traen su propia voz; pero es sabido que lo que se anhela es encontrar el tono adecuado, el tono que te distinga de los demás; el tono de madurez, hasta el tono de actitud y consecuencia en el abismado mundo de la literatura. Dentro de esta búsqueda, el lenguaje juega un papel fundamental. Importa lo que se dice y cómo lo dices. Las herramientas de un libro primario provienen, por lo general, de variadas fuentes. Esto sucede con Solobones, libro de Jonathan Estrada. En donde los textos plasman las experiencias mediáticas de un habitante de la ciudad y su ruido interno. Este ruido es mostrado por la seducción de las palabras, más precisamente por el sonido de ellas. Pero lo que salta a la vista luego de la lectura de estos poemas es qué hay después de ello, hacia dónde va el lenguaje de este autor, o los mensajes, o decide quedarse en el coloquialismo banal, o en un lenguaje provocativo, arriesgado y con ello un trabajo serio en el tratamiento del mismo. Creo que en ello reside la apuesta de todo el libro. El viaje se inicia con la cuenta de las horas que pasan sin la menor importancia; salvo para el autor que lo toma con una mirada casi reflexiva. Luego llega a Lima, aquisito nomás, para mostrarnos lo que más de uno ha de sentir: “Lima en su ley, tertulia de terrores.” El viaje continúa lento, casi experimental, una experiencia sucede a la otra, una imagen trata de avasallar a la siguiente, una palabra dura se impone sobre otra casi inocente y no sobrevive a la comparación del tiempo. Hay una lucha en el transcurrir del libro, esa manera de ser o de vivir irregularmente. Así el autor llega al límite de la contemplación cuando nos dice: “tú estás loco, yo estoy loco, este cuarto está lleno de locos.” A pesar de las asperezas, el libro va encontrando su propio rumbo, su propia certeza y su propio designio, este ha de ser su propio reto: “más la habitación hecha letra pronto tuvo sentido”. Bienvenido a la poesía de Estrada, está Ud. en el mundo, en la calle de los solobones, encuentre el equilibrio y trate de danzar en las veredas, solo así este mundo cobrará un sentido tangencial en la existencia de cada uno de nosotros.


César Ávalos

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