Thursday, August 18, 2011

Las cartas secuestradas

Tengo en el alma una baranda en sombras.
A ella diariamente me asomo, matutino,
a preguntar si no ha llegado carta;
y cuántas veces
la tristeza celebra con mi rostro
sus óperas de nada.


Una carta.

Que me escriba una carta quien me hizo
los ojos negros y la letra gótica,
que me escriba una carta aquella amiga
analfabeta de pasión cristiana;
duraznos de mi tierra: que me escriban,
vientos los de mi rambla: que me escriban,
y redacte una carta pequeñita
mi hermana abecedaria y pensativa.

Muertos los de mi infancia
que se fueron
dormidos entre el humo de las flores,
novias que se marcharon
bajo un farol diciendo eternidades,
amigos hasta el vino torturado:
¿no hay una carta para Juan Gonzalo?

Si no fuera poeta, expresidiario,
extranjero hasta el colmo de la gracia,
descubridor de calles en la noche,
coleccionista de apellidos pálidos,
quisiera ser cartero de los tristes
para que ellos bendigan mis zapatos.

El día que me muera —¿en una piedra?—,
el día que navegue —¿en una cama?—,
desgarren mi camisa y en el pecho,
¡manos sobrevivientes que me amaron!,
entierren una carta.

De "Cantos desde lejos"
Juan Gonzalo Rose (1928 - 1983)

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