Tuesday, April 01, 2014

Cantata de puentes diluidos

Laura Rosales (Lima, 1989) se arquea a gusto frente a un ordenador y ubica canciones, se disuelve entre pasadizos ignotos y halla, como quien sabe que el cofre contiene una oscura gema, la Crisálida de Pescado Rabioso. De pronto el espacio y sus habitantes azusados, vocifera al coro ese verso enorme: “Todo gigante muere cansado, de que lo observen los de abajo”

Brilla con luz tenue, no conoce el terreno, sin embargo se da maña para batirse en lágrimas, alcanzar con candidez dulce un kazoo (variante comercial del mirlitón) y jugar a invitarnos al juego. Desliza por sobre su bolso una postal perla, y exclama: aquí también hay música”; me ha hecho llegar su “Cantata Natural” (Paracaídas Ediciones – 2013), y desaparece sin más, del brazo de Virginia Benavides, como quien sabe que se puede bautizar los partos, y dejar las preguntas en el suelo.


Me doy espacio para detenidamente leer la preciosa edición de su poemario, y reconozco el ritmo, el fluir continuo de las aguas mansas, los animales en sueño, los equinoccios, y las coincidencias evidentes  con Islandia y sus mejores habitantes, los Sigur Ros. Me encuentro con que su primera plaqueta se tituló “Von” (Lustra Editores 2011) y que en su cantata, la sentencia es sin reparos: “Islandia es Lima”. Surca ejercitándose con tensa calma, susurrando al vestigio de lo que se esconde como una buena sonata para la decepción, o la resignación de la quietud como estante de menos reparos. Ella se sabe un hondo recipiente de voces y cuerpos, pero adolece de seguridad para aventártelo a gritos, y gime… hablando debajo de su blusa, atrapando la leche del pájaro rey.

Se sabe ya extinta, en calma, vislumbrando orillas, remangando nadas y desvistiendo influencias, desde Wagner hasta Eguren. Aquí la deuda musical es evidente, pero también es ritmo, cansancio de espera, ¿deleite? de soledad. En suma… falta.


Yo que estoy en la orilla en llamas, veo sus palacios gélidos, despojados de conciencia. Aquí no hay un lenguaje desprendido, es ella, siempre es ella; no hay orbe, ni desquicio, ni compromiso, ni fueras más que dentros… solo es ella, enjuta, en colores pálidos, sin sombra, inocente… ¿cómo hace?

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