Tuesday, September 02, 2014

Minúsculo diario

César Ávalos siempre desaparece. Huye como en costumbre de fuga que todos asumen como uno de sus tantos vaivenes, con la certeza de que aparecerá. En esa ruta efímera y azarosa. Sé de su lograda poética expresa en Ningún lugar dentro (2007) y de salpicadas apariciones en formatos ajenos. En aquella placa Ávalos descifraba parajes sin lugar y personajes sin rostro; esbozaba descripciones como en antojadizo diseño borroso y sentenciaba con elegancia criminal ante los avatares de lo cotidiano, con un lenguaje sobrio, a veces hermético y otras, más denso. Allí escudriñaba con prosa fresca y repentina, su temática neblinosa: la muerte, los días, el alcohol, el deseo, lo idiota, el devenir, sus líneas (y las otras) y hasta su eros. Todo en suministro exacto, casi, casi como retaceando sus féretros, departiendo sus adentros.


Hoy ofrece su esfuerzo más minúsculo, por depurar los escasos bríos tan bien administrados en el anterior compendio y retrata desaforado calles con nombre propio, nombres de personajes, letras completas de sus referencias musicales, y exuda sin mayor reparo sus tan queridos disfuerzos del lenguaje  con extranjeros disfraces. Ha vuelto su lenguaje más particular y enteramente suyo, se aprisiona en sus lugares comunes sin mayor resquicio de querer salir y expira sus sentencias anodinas: “voy por buen camino, algo muy interno y muy animal me lo dice”; recorre inventarios de bebidas, revuelve sus miedos y los llama como invenciones lingüísticas (triszza), estira las palabras antojadizamente y divide el sonido de las mismas (sol-edad) construyendo nuevos entendimientos; pero lo que pudo ser mérito se diluye al punto de que el mismo autor se pregunta: ¿Es este diario acaso una especie de literatura apática y aplastante?” y casi dándose cuenta suena: Este texto ya me parece conocido. Me estaré repitiendo”. 

Entonces, allí donde el barco suena ebrio e intoxicado (nuevo inventario de pastillas y sucedáneos), se suceden imágenes hastiadas, cansinas: “El color marrón de las ventanas ha devenido en una especie de blancura cruel” que se pierden como el poeta parece anda perdido entre el gentío. Pues si hay mérito entre los buenos momentos de la rosa más helada del jardín y exudo menta y almizcle, se desvanecen entre citas que no suman (exagerado el colocar alone again en su integridad) y juegos que son divertimento del escriba, y no más.

Yo sé que el diario aparece minúsculo por voluntad del autor, pero el esfuerzo por hacerlo aparecer deslucido lo contengo casi como un recurso para un nuevo invento, casi como cuando sentencia el sueño, la rendición, ese pálido último momento. Yo lo espero con sus mismas palabras: una escena por construir para luego destruir.



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